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miércoles, 5 de enero de 2011

Salas Navales del Museo de Pontevedra.

En el edificio García Flórez podremos ver las diferentes estancias que el Museo dedica a la náutica y que nos recuerdan que Pontevedra es una ciudad abierta al mar y que en el mar está grabada su historia.




Los fondos de estas salas provienen del traslado la Escuela Naval Militar a Marín en 1943 así como del Museo Naval de Madrid. La mayoría sin embargo estaban en posesión del museo gracias a las aportaciones de los herederos de Méndez Núñez, de la Sociedad Arqueológica, del Gremio de Mareantes, de Castro Sampedro y de otras personas que quisieron que Pontevedra recordase su pasado estrechamente vinculado al mar.

El recuerdo de las navegaciones de la antigüedad está presente en la primera sala “Los orígenes de la Marina” donde destacan el recuerdo de las invasiones normandas de mediados del s. IX y X, modelo de embarcaciones antiguas, privilegios arzobispales en los que se hacen concesiones propias de la nobleza al poderoso Gremio de Mareantes, tres cetros de plata y una naveta del S.XVI y el barco de San Telmo del s. XIX ambos en plata también pertenecientes al Gremio.

La segunda sala dedicada a Marinos y Navegantes alberga modelos de barcos, panoplias de armas, banderas, óleos y grabados y restos y referencias a la Batalla Naval de Rande. Llamará su atención un curioso sofá y sobre el un adorno de popa de un buque que reproduce un águila bicéfala símbolo de la Casa de Austria. Frente a él se exhibe un modelo antiguo de la nave Santa María conocida en su época como La Gallega y construida probablemente en los astilleros de Pontevedra. El modelo se corresponde con la reconstrucción realizada en 1892 para celebrar el centenario del descubrimiento de América. En la misma sala se exhiben otros dos modelos de barcos, dos fragatas del la segunda mitad del siglo XVIII.

También verán una vitrina con distintos objetos y documentos que hacen referencia a la Batalla de Rande ocurrida en 1702 cuando la flota española que volvía de América protegida por barcos de guerra franceses, fue destruida por las escuadras inglesa y holandesa.

La Sala Méndez Núñez recrea el que pudo ser el despacho del célebre marino que vivió y murió en Pontevedra en una casa situada a pocos metros del museo en la plaza que hoy recibe su nombre. Encontrarán diversos retratos y múltiples pertenencias y recuerdos reunidos en diferentes viajes.

Para terminar nuestro recorrido llegaremos a la Cámara de la Fragata Numancia, primer buque acorazado que poseyó España cuyo nombre permanecería unido al de Méndez Núñez y el bombardeo del El Callao. En una pequeña antesala encontramos varias imágenes de Méndez Núñez y otros objetos y referencias a la participación en el bombardeo de El Callao, destacando el modelo de la Numancia previo a su construcción.

Unas estrechas escaleras alumbradas débilmente por un farol marinero nos conducen a al lugar culminante de la exposición: la cámara del Numancia; la débil iluminación, las paredes con la curvatura propia de los barcos, el estrechamiento hacia la popa, la inclinación del suelo y los objetos allí colocados proporcionan al visitante la mágica sensación de estar realmente en el interior de un barco.

Los muebles del propio barco, unos curiosos candelabros con un peculiar mecanismo para contrarrestar el balanceo, una hamaca, los anteojos y otros objetos de la Compañía de Indias, una cafetera, copas de champan colocadas en un mueble apropiado para evitar el balanceo, cartas náuticas de 1860 y 1861 para poder enrollarlas y desenrollarlas sobre dos ejes paralelos, fotos de barcos de la escuadra del pacífico son algunos de los objetos que transportaran al visitante a otros tiempos.

En el centro sobre la mesa de reunión de los jefes y oficiales se expone una carta náutica de El Callao de 1840 y un bosquejo del momento con la situación de la escuadra Española y su evolución en el célebre ataque a este puerto en 1866.

Posiblemente la cámara que acaban de visitar haya sido testigo de la frase, que como consecuencia de la campaña del Callao, se le atribuye a Do Casto Méndez Núñez: Más vale honra sin barcos que barcos sin honra.

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